A lo largo de los años y desde el principio de los tiempos, se ha dado a la madre un papel fundamental en el cuidado, crianza y desarrollo psicológico de los hijos. A partir del surgimiento de la psicología, esta idea ha sido fuertemente reforzada y sostenida con teorizaciones precisas y profundas, todas ellas válidas y en cierta medida, irrefutables. Sin embargo, el papel del padre se ha dejado a un lado, casi como si no tuviera un papel dentro de esta hermosa obra de teatro que es el desarrollo psicológico de los hijos.
En esta ocasión, quiero mostrarles que esta idea dista mucho de ser verdad. El hombre, como figura paterna dentro de un sistema familiar, tiene mucho que sumar para el sano desarrollo psicológico de sus hijos. El padre presente, responsable emocionalmente y maduro psicológicamente tiene mucho que aportar, y las funciones que ha de realizar se encuentran casi a la par de las funciones que tiene la madre. Pero, honor a quien honor merece, las funciones psicológicas de la madre son primordiales y esenciales.
El sistema familiar es muy complejo y dinámico, es como el engranaje de un reloj y cada uno de sus miembros aporta funciones importantes para que trabaje en armonía y para que se vayan alcanzando las metas en cada etapa del desarrollo de los hijos.
A continuación, les voy a mostrar aquellas “funciones paternas” que considero más importantes, aclarando de antemano que no están expuestas en orden jerárquico ni cronológico. También es importante señalar que estas funciones paternas pueden ser ejercidas por otra figura que represente a la figura paterna, aunque no sea el padre biológico. De hecho, las funciones paternas pueden ser ejercidas por la madre, aunque esto merecería una exposición por separado.
Lo primero que hay que resaltar es que papá tiene como función primordial el CUIDADO Y PROTECCIÓN DE LA FAMILIA. En este sentido, lo primero que hace papá es brindar un espacio tranquilo y seguro para la madre del bebé, incluso antes de que éste nazca El papá debe quitarle todas las ansiedades posibles a esa mamá que va a tener un bebé o cuando está recién nacido, para que ella pueda ejercer con tranquilidad y armonía todas sus funciones. En este sentido, es el papá quien debe proveer un lugar seguro, libre de peligros físicos, emocionales, económicos y ambientales. La mamá debe sentirse lo más tranquila posible, debe preocuparse sólo por el cuidado del bebé, teniendo la certeza de que papá se va a encargar de la seguridad y la protección. Si papá no logra quitarle esas ansiedades a mamá, es muy posible que ésta no logre filtrar sus propias ansiedades y termine depositándolas en el bebé.
Papá cumple con la función de “continente” de la madre para que ésta pueda ser el “continente” del bebé. De esta manera, mamá y bebé van a lograr una “fusión simbiótica” fundamental para el desarrollo del niño. Decía Donald Winnicott que “no hay bebé sin mamá”, pero, en un estricto sentido “tampoco hay mamá sin bebé”.
Paradójicamente, la siguiente función del papá es promover que se rompa la unión simbiótica del bebé con su madre. Esta separación, paulatina y armónica, es fundamental para lograr la correcta individuación del bebé, que se viva y experimente separado de su madre. Así surge el bebé como individuo, como persona, alguien independiente, que piensa, vive y siente de forma independiente de su madre. Se logra la personificación, es decir, establece el sentido de “este soy yo” en el bebé.
Si bien este logro en el desarrollo psicológico depende en gran medida de la relación del bebé con su madre, el papá debe brindar al bebé los momentos y espacios seguros para que logre separarse de mamá sin tantas ansiedades. Cuando el bebé empieza a separarse de mamá, es papá quien debe ofrecerle “un lugar a dónde ir”, en donde pueda explorar y conocer el mundo sintiéndose libre de ansiedad. Los brazos de papá son el lugar más seguro posible para un bebé después de los brazos de su madre. Tener una habitación segura en un ambiente seguro, van a facilitar que el bebé se desprenda de su madre de manera más natural y armónica.
Pasados los años, el bebé inicia una etapa en donde vive un amor espacial hacia mamá. Literalmente se puede decir que está “enamorado de su madre”. Deja de ser un bebé y pasa a ser un infante, un niño1. Si bien este enamoramiento afianza los lazos entre el infante y su madre, éste no debe mantener el enamoramiento ilusorio con su madre, debe romper con esa ilusión para poder dar paso al amor tierno hacia mamá y así poder dirigir ese enamoramiento hacia otras figuras, personas o situaciones de su vida. Es papá quien debe promover la ruptura de ese enamoramiento ilusorio con mamá, debe “imponer su rol como pareja de mamá y como el objeto de amor de mamá”. Debe defender su rol dentro de ese sistema complejo que es la familia.
De esta manera, se va a favorecer el establecimiento de relaciones interpersonales sanas con ambos padres y también con otras personas fuera de su núcleo familiar. De igual forma, se favorece el establecimiento de relaciones de amistad con niños y niñas de su edad y da la pauta para relaciones amorosas sanas en su vida adulta. Cuando papá logra hacer esta función adecuadamente, se favorece la identificación psicosexual de los niños. Los niños varones se identifican con papá y buscan una pareja igual o parecida a mamá y las niñas se identifican con mamá y buscan una pareja igual o parecido a papá.
Aunado a lo anterior, niños y niñas van a aprender los diferentes roles y conceptos de hombre y mujer. Papá, con su ejemplo, va a ayudar a formar y consolidar el concepto de lo que significa ser hombre y cómo debe ser tratada una mujer, así como ayuda a formar y consolidar el concepto de mujer y cómo debe ser tratado un hombre.
1. Al hablar de “niño” o de “infante”, lo estaré usando para referirme a un estrato de edad, más no para hacer una diferenciación de género. Cuando se trate de una distinción de género, trataré de ser lo más claro posible.
Por otra parte, una vez que el niño se aleja del nido parental, es función de papá “presentarle al mundo”. Papá le va a transmitir qué tipo de mundo enfrenta el niño. Le va a transmitir si es un mundo seguro o inseguro, confiable o no, del cual se debe proteger o en donde puede explorar y desarrollarse. Papá saca al niño de su “ambiente seguro” y le enseña a moverse en el mundo exterior. Lo lleva al parque, al centro comercial, le enseña algún deporte, a ser competitivo, a andar en bicicleta. Le presenta el mundo del dinero y del trabajo, las responsabilidades y obligaciones, ya sean escolares, familiares o personales. En este sentido, papá le enseña lo que se vale y lo que no se vale, lo permitido y lo prohibido, lo correcto e incorrecto. Es a través de la figura paterna que se instauran en el sistema psicológico de su hijo, las normas y reglas morales, familiares y sociales.
Papá conduce a la acción, a resolver problemas, a no quedarse sentado esperando a que le resuelvan las cosas, mientras mamá enseña la afectividad, el manejo de emociones, la reflexividad, la empatía, la tolerancia a la frustración y a la ansiedad entre muchas otras cosas. Las enseñanzas he influencias psicológicas de mamá van más “hacia adentro”, mientras que papá tiende a tener más influencia en las acciones, “hacia afuera”.
Por último, a través de esta función paterna de presentarle el mundo, el niño va a formar su autoestima, autoconcepto, autoconfianza y seguridad, tanto en sí mismo como en el mundo y en los demás.
Quiero de nuevo enfatizar que estas funciones paternas no son exclusivas de papá biológico varón, pueden ser ejercidas por mamá o alguna otra figura masculina (o femenina) que adopte este rol en la crianza y en el desarrollo psicológico del niño.
Como pudimos ver en este artículo, el desarrollo psicológico de los niños es un proceso muy complejo, en el que ambos padres tienen diversas funciones. Algunas veces son complementarias y algunas otras corren de manera independiente. Lo mejor para los niños va a ser siempre un “trabajo en equipo”, en done cada uno de los padres (independientemente de su sexo), realicen sus funciones y roles de una manera dinámica, funcional, armónica, pero, sobre todo, amorosa.
Haciendo cada quien lo que le corresponde, psicológicamente hablando, podremos aumentar la posibilidad de lograr un mejor desarrollo psicológico y emocional en nuestros hijos, potencializando la posibilidad de prepararlos para llegar a ser la mejor versión de sí mismos, pero, sobre todo, que lleguen a ser niños, jóvenes y adultos sanos, funcionales y felices.
Mtro. Arturo Roa Quintanar
Psicoterapia psicoanalítica
Niños, adolescentes y adultos
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