Conforme la adolescencia se acerca, es común y natural que los niños muestren mayor interés por la apariencia (la propia y la del resto). En esta etapa ocurren grandes cambios y eso lleva a que sean más conscientes de cómo se ven y cómo los perciben los demás.
El desarrollo de una imagen corporal saludable se produce con el tiempo. Puede recibir la influencia de las experiencias y ser moldeada por las opiniones de los demás y los mensajes culturales.
La imagen corporal puede ser especialmente vulnerable durante los años de la preadolescencia y la adolescencia porque la apariencia cambia mucho y los mensajes culturales que exacerban la insatisfacción pueden ser muy fuertes. Recibir críticas o bromas sobre la apariencia puede ser especialmente dañino a esta edad.
Los preadolescentes y los adolescentes suelen comparar su apariencia con la de los demás o con las imágenes “perfectas” que muestran algunos medios. Cuando el adolescente se compara con estas imágenes irreales, es muy común sentirse insatisfecho con alguna cuestión relacionada con la apariencia.
A medida que los adolescentes maduran mental y emocionalmente, desarrollan una imagen propia más compleja, que incorpora sus intereses, talentos, cualidades únicas, valores, aspiraciones y relaciones. Pero durante los primeros años de la adolescencia, la imagen que les devuelve el espejo constituye una gran parte de su imagen propia.
Mientras los preadolescentes prueban diferentes estilos, los padres podemos ayudar dando nuestra aprobación y apoyándolos, transmitiendo mensajes positivos y fomentando otras cualidades que mantengan a la apariencia en su verdadera dimensión. No olvidemos:
Tener una imagen corporal saludable y positiva significa sentir agrado por el propio cuerpo, valorarlo y estar agradecido por sus cualidades y capacidades. Cuando los padres cuidan y valoran su propio cuerpo, enseñan a sus hijos a hacer lo mismo.