La Adolescencia es el punto de quiebre entre la infancia y la vida adulta, es parte del clímax del desarrollo humano. A través de ésta, el joven se vuelve parte de la sociedad y está listo para contribuir en ella, por lo tanto, María Montessori la llamó “el renacer social”.
En su teoría de los planos del desarrollo, María Montessori enfatiza la importancia de dejar al niño(a) construirse a sí mismo para lograr salud física, psicológica y social en su vida adulta. De esta manera, el tercer plano, el de la Adolescencia, es la clave para culminar este proceso de desarrollo y autoconstrucción.
Primero, en la infancia, el niño perfecciona la escritura, controla sus movimientos y adquiere conocimiento. Después en la adolescencia, el joven se prepara para la vida adulta cumpliendo tendencias humanas tales como:
Para que los jóvenes puedan florecer y cumplir con estas tendencias humanas, que empiezan a tomar significado, la Filosofía Montessori apunta hacia crear espacios preparados para estas necesidades. Gracias al ambiente preparado, esta mezcla de emociones, hormonas, cambios físicos, duelos y cuestionamientos morales, se desarrollan en un espacio de libre expresión y seguridad.
Pertenecer a una Comunidad de Adolescentes, significa ser parte de un espacio en donde lo principal es el respeto profundo hacia esta etapa de desarrollo y permitir que los jóvenes descubran y desarrollen todo su potencial.