Montessori no es solo una pedagogía. Es una forma de mirar a cada niño y adolescente con respeto, confianza y fe en su desarrollo.
Y desde casa, también podemos vivirlo.
Invita a tu hijo a ayudarte a clasificar, ordenar o preparar algo real (servir agua, cortar fruta, emparejar calcetas). Observa en silencio antes de intervenir. El mayor regalo es permitirle descubrir que puede hacerlo por sí mismo.
Hazlo parte de un problema real: organizar una comida, planear una salida o administrar un pequeño presupuesto. Le estarás dando la oportunidad de aplicar lo que aprende, con sentido y autonomía.
Confía en ellos una responsabilidad real: preparar una cena, organizar un espacio o administrar un gasto. Más que ayudar, los adolescentes necesitan sentir que contribuyen de verdad.